SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C

Primera lectura: Jeremías 17, 5 - 8; Salmo 1, 1 -2. 3 - 4. 6; Segunda lectura: 1 Corintios 15, 12. 16 - 20; Evangelio: Lucas 6, 17. 20 - 26.



En este domingo hay tres palabras que pueden resonar en nuestra mente y nuestro corazón: confianza, esperanza y bienaventuranza.

La primera lectura nos muestra la maldición de confiar en otro hombre y la bendición de confiar en Dios. ¿Es malo confiar en otro hombre? Depende. Si nuestra confianza es absoluta y cerrada: sí. Por ejemplo: los que recurren al horóscopo, a la brujería, a la cartomancia, o incluso a los chismes y le dan valor de verdad, o las opiniones sin verificar; cuántos confían en la ciencia y la ponen como un absoluto. En fin, a lo que se refiere es que no se le debe dar el valor absoluto al hombre y lo que puede lograr. En cambio, hay circunstancias en la vida que nos hacen experimentar los limites del hombre y que puede fallar o no rendir como se esperaba. Confiar no es malo, lo malo es confiar como si el hombre lo pudiera todo. Eso a veces ha llevado al hombre a enorgullecerse y no confiar en Dios que es soberano de todo y de todos. Mas bien, cuando confiamos en Dios, sin duda alguna, alcanzamos la bendición y le dejamos a Dios ese espacio en nuestra vida para que pueda actuar y derramar sus gracias y bendiciones. Dios continuamente esta deseoso de bendecir al hombre.

La segunda lectura nos presenta la importancia de la resurrección. La actitud y la virtud del creyente ante esta es la esperanza. Hoy muchos, como en el tiempo de San Pablo, no creen en el misterio de la resurrección. Viven por inercia, por instinto, pero no con la conciencia y la convicción de que todos resucitaremos. Se piensa que esto no nos afecta, pero como dice el mismo san Pablo: Cristo ha resucitado el primero de todos, no el único. Si Cristo no hubiera resucitado nuestra fe no tendría sentido. Cristo no se quedó en la frustración, fue infinitamente más allá, y nos trae la resurrección.

Finalmente, en el evangelio se nos presentan las bienaventuranzas. Más que comentar cada una, quisiera decir que ellas nos muestran que la meta del hombre no son los placeres de este mundo. La recompensa está en el cielo. Y, por otro lado, las bienaventuranzas nos identifican con Cristo. Es más, podemos decir que ellas con como una síntesis de su vida. Así como la primera lectura podemos ver que quien vive de la mano de Dios es bendecido a pesar de las dificultades, en cambio el que vive lejos de él y del prójimo no vive del modo adecuado.

Hoy las lecturas nos invitan a confiar en el poder y la bendición de Dios, en esperar en la resurrección y vivir el espíritu de las bienaventuranzas como camino de felicidad y santidad.

Buen domingo en la presencia de Dios y a seguirnos cuidando.

P. Martín

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