CUARTO DOMINGO DE PASCUA - CICLO C
Primera lectura: Hechos de los apóstoles 13, 14. 43-52; Salmo 99, 2. 3. 5 (R.: 3c); Segunda lectura: Apocalipsis 7, 9. 14b-17; Evangelio: Juan 10, 27-30
Estamos en el cuarto domingo de Pascua, denominado el Domingo del Buen
Pastor, y jornada mundial de oración por las vocaciones. Por otro lado, en
nuestro calendario civil celebramos el Día de la Madre.
En la primera lectura encontramos a Pablo predicando la Palabra de Dios en
su primer viaje. Vemos de entrada una actitud muy humana: «Al ver el gentío, a los judíos les dio
mucha envidia y respondían con insultos a las palabras de Pablo». A veces pasamos por esa experiencia.
Todavíav estamos en un país y una ciudad en donde la Iglesia Católica es
respetada y considerada en la sociedad, pero poco a poco las nuevas
generaciones van perdiendo ese respeto y consideración. Así mismo, podemos advertir
otras denominaciones religiosas que nos atacan, nos insultan o nos recuerdan
nuestros errores y fracasos. Esto no nos debe desmoronar, al contrario. Tiene
que motivarnos a seguir anunciando la Palabra de Dios a todos. Sí, consientes
de nuestros defectos y pecados, pero con la fuerza que siempre nos da la gracia
de Dios. Podemos decir con Pablo: «Teníamos que anunciarles primero a ustedes la Palabra de Dios, pero la
rechazan».
Frente a ello, podemos descubrir que quienes menos pensamos y esperamos son precisamente los más hambrientos de la Palabra, por una dificultad, por una situación particular, por tantas circunstancias que pasan en la vida. A veces nos encontramos con gente buena que acoge la semilla de la Palabra. Debido a ello debemos continuar la misión de anunciar a Jesús. Un tercer detalle de esta lectura es que, por la envidia, «…los judíos incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé». Jesús nos indica en Mc 10, 30 que nos dará el ciento por uno con persecuciones. El maltrato físico, moral o psicológico no está ausente del anuncio. Nos sostiene la gracia, el amor de Dios y los sacramentos. Tenemos todo lo necesario para resistir los embates de aquellos que no creen ni aceptan el mensaje salvador de Jesús. Al final «se sacudieron el polvo de los pies», es decir, que la sentenciaban como ciudad pagana que rechaza la Palabra de Dios, que vive de espaldas a su mensaje, y que motiva a Pablo a ir más allá de los judíos para anunciar la salvación.
Esta escena de Pablo y Bernabé nos muestra su celo pastoral. Hoy, que
celebramos el Domingo del Buen Pastor, también es una oportunidad, sobre todo
para quienes tenemos una responsabilidad dentro de la Iglesia, de pensar cómo
cuidamos a los que tenemos encomendados. Nuevamente reitero, con nuestros
defectos y pecados, pero le pedimos al Señor hacerlo con un corazón como el de
Jesús y con un deseo apostólico como el que hemos visto en Pablo.
En la segunda lectura observamos casi al final: «Porque el Cordero que está delante del trono es su pastor». Jesús es quien nos cuida, nos brinda todo lo que necesitamos para llegar a la vida eterna, para que recibamos la gracia. Pues, como dice el salmo, «somos su pueblo y ovejas de su rebaño», y, en la segunda lectura, «esa muchedumbre inmensa que nadie podía contar». Dejémonos cuidar por Él… Lo único que pretende el Buen Pastor radica en conseguir que su pueblo sea blanqueado en la Sangre del Cordero, que en él vivan personas en gracia, que alcancen la santidad.
Finalmente, en el Evangelio de este domingo reconocemos, implícitamente, a Jesús como el Pastor. Él dice que sus ovejas lo conocen. En otro pasaje quienes lo conocen son aquellos que guardan sus mandamientos. Jesús señala que sus ovejas lo siguen: en el sentido que el discípulo no puede ser más que el Maestro, por eso, nos confiamos a lo que nos indique. Así mismo, expresa que no perecerán ni serán arrebatadas, es decir, que este Pastor da la vida eterna.
El Evangelio de hoy termina con una afirmación que puede pasar
desapercibida: «El Padre y yo
somos uno». Jesús es de «la misma naturaleza del Padre», como dice el Credo. Jesús es Dios, y ese
Dios es nuestro Pastor. Dios nos ama y nos cuida. Dios nos da la vida eterna en
el Cielo, donde no pasaremos angustias ni sufrimientos.
Antes de concluir, aprovecho en saludar a todas las madres que leen estos escritos cada semana. Que Dios las bendiga, y que ustedes cuiden el don de la maternidad con esa delicadeza femenina que saben tener.
Buen domingo. Sigamos con los cuidados.
Que Dios los bendiga.
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