DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C

Primera lectura: Deuteronomio 30, 10-14; Salmo 68, 14 y 17. 30-31. 33-34. 36ab y 37 (R.: cf. 33); Segunda lectura: Colosenses 1, 15-20; Evangelio: Lucas 10, 25-37.



Las lecturas de este domingo resultan sumamente interesantes e iluminadoras para nuestra vida personal y cristiana.

En la primera lectura encontramos cuatro verbos que nos ayudarán. El primero es escuchar: “Escucha la voz del Señor tu Dios”. Dios nos habla en la Sagrada Escritura que se proclama diariamente en la Liturgia, nos habla a través de la conciencia que nos dice lo que es bueno y lo que es malo, nos habla de toda persona que nos lleva por el camino del bien. Pero debemos ser honestos en reconocer que “A veces nos entra por un oído y a veces por el otro”. No retenemos el mensaje de la Palabra y por ello muchas veces obramos de un modo equivocado. El segundo es guardar: “Guardando sus preceptos y mandatos”. No habla de guardar en el sentido de dejarlo en un lugar y olvidarnos de ello. Al contrario, se refiere a dejarlo en nuestra mente y nuestro corazón y hacer recurso de la Palabra en el vivir diario. Y lo que debemos guardar son sus preceptos y mandatos. A veces pensamos en ello de un modo negativo, como si nos quitara libertad y diversión, pero los mandamientos lo único que hacen, como veremos en el Evangelio, es asegurarnos la salvación y la vida eterna. El tercer verbo importante es conversión (convertirse): “Conviértete al Señor tu Dios con todo el corazón y toda el alma”. Para los judíos el corazón era símbolo del centro de operaciones del ser humano. Uno actúa desde el corazón. Por eso, se nos exhorta a cambiar desde lo más profundo para que nuestras obras estén movidas por Dios. Pero también sabemos que el corazón es el símbolo universal del amor. Por ello, los mandamientos y preceptos guardados en el corazón no son más que para amar más profundamente a Dios y a los demás, como también veremos en el Evangelio. El cuarto verbo es cumplir: “El mandamiento está muy cerca de ti; en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo”. No es solo escuchar y quedarnos con lo dulce o bonito de la Palabra. Habrá cosas que tendremos que cambiar y mejorar. Pero hay que llevar a la obra aquello que hemos escuchado, “poner manos a la obra”.

En la segunda lectura encontramos uno de los pasajes paulinos más hermosos. Cristo es el centro de todo y de todos. Y en relación con las otras lecturas de hoy dice que “Él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz con la sangre de su cruz”. Cristo ha venido a restablecer la relación rota por el pecado. Por eso, cuán importante es vivir los mandamientos. Vivirlos son un detalle de correspondencia al infinito amor de Cristo. Pero desde aquí podemos también deducir algo que no es tan evidente: el pecado desordena todo. Por consiguiente no reconcilia exclusivamente a los hombres con Dios, sino todas las cosas. El pecado inserta una situación de desorden y desequilibrio que Cristo, desde la Cruz, reordena. Cristo pone todo en orden, para que ese orden nos lleve a la salvación final.

Y en el evangelio de hoy encontramos dos escenas: la pregunta sobre la vida eterna y la parábola del buen samaritano. Estoy seguro de que habrá reflexiones muy bonitas y profundas sobre la parábola. Por tal motivo me detendré en la primera parte la lectura.

Se acerca un hombre letrado y culto a Jesús. Lo reconoce como maestro. Este gesto es relevante porque acepta que todo lo que Jesús diga tiene autoridad. En seguida le pregunta sobre algo que siempre será trascendental: “¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” El hombre siempre se preguntará sobre qué hay después de la muerte. Jesús le dice: “¿Qué está escrito en la ley?”. A lo que el letrado le responde: “Amarás”. Dios no nos pide otra cosa. La religión verdadera es amarle a Él sobre todas las cosas, con todas mis fuerzas y con todo mi ser, y al prójimo como a uno mismo. Jesús le dice que lo haga y tendrá la vida eterna. Vivir los mandamientos, como ya hemos dicho, lejos de recortarnos libertad, nos la da plenamente y nos asegura poder llegar al cielo. Hoy es un buen día para reflexionar: ¿Amo a Dios sobre todas las cosas? ¿Vivo una buena relación con ese Dios cercano, amigo, misericordioso e infinitamente amoroso? ¿Lo busco? Y respecto al prójimo: ¿Los amo con un amor puro y desinteresado como el samaritano de la parábola? ¿Cómo es mi relación con los demás? ¿Pongo todo de mi parte para amar bien al prójimo?

Valoremos la importancia de la vivencia de los mandamientos: el amor a Dios y el amor al prójimo.

Que pasen un buen domingo. Sigamos con los cuidados.

P. Martín


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