SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A

Primera lectura: Eclesiástico 15, 16-21; Salmo 118, 1-2. 4-5. 17-18. 33-34 (R.: 1b); Segunda lectura: 1Corintios 2, 6-10; Evangelio: Mateo 5, 17-37.



Las lecturas de este domingo nos invitan a vivir la sabiduría. No hablamos de sabiduría intelectual, hablamos de aquella que se va ganando por la experiencia de vida. Esa sabiduría viene por la unión con Dios y de realizar su voluntad.

En la primera lectura leemos que si quiero guardo sus mandamientos. Dios no me obliga, lo deja a mi libertad, pero el que lo cumple es un hombre prudente. Si vivo los mandamientos es por prudencia. Dios ha puesto en nuestras manos toda la creación y en nuestra libertad está si lo usamos para bien o para mal. Mediante la conciencia nos irá indicando si estamos haciendo lo correcto o no. Dios es infinita e inmensamente sabio y ha diseñado todo para el que hombre siempre tienda al bien, sin embargo, algunas veces hacemos lo que no debemos. Como dice san Pablo: "No hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero." (Rm 7,19).

Al final de la lectura dice que Dios no nos mandó pecar al hombre. Eso es así. A Dios no se le ocurre de ninguna manera que el poder domine en nosotros, pero nosotros, algunas veces, hacemos lo que no debemos.

La segunda lectura también nos habla de sabiduría. San Pablo dirá que no enseña la sabiduría humana, que muchas veces puede estar inclinada a la subjetividad y a lo que nos puede parecer. Él enseña una Sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios. De aquí podemos deducir algo: La inmensa sabiduría de Dios se quiere compartir con el hombre para que su existencia pueda estar cada vez más unida a Dios. Dios nos revela todo mediante el Espíritu que nos va llevando hasta la profundidad de Él. El mundo no conoce la sabiduría de Dios, el mundo vive en oscuridad y nosotros estamos llamados para mostrar la Sabiduría de Dios.

El Evangelio, sin que lo diga como tal, también nos habla de la Sabiduría. Es sabio quien cumple la ley de la que Jesús ha venido a dar plenitud. Jesús no ha venido a abolir la ley, ha venido a darle su verdadero sentido y significado. Y, con esto, también nos podemos preguntar cómo enseñamos y vivimos los mandamientos. Dice Jesús que el que los enseñe mal será el menor en el Reino, y el que los viva será de los más grandes. Incluso nos reta: tenemos que ser mejores que los letrados y fariseos.

Y Jesús nos propone algunos puntos concretos: 1) No matarás. Sin duda alguna tenemos que cuidar la vida y la salud propia y de los demás, pero también habla del daño que puede provocar la palabra “imbécil” (que para algunos hoy en día puede resultar inofensiva). 2) También nos habla de las riñas y resentimientos que podemos tener entre nosotros. Es mejor reconciliarse antes del juicio. 3) Habla con cierta amplitud del adulterio (que para algunos es algo común). Jesús señala la importancia de la fidelidad matrimonial. No olvidemos que para la época de Jesús había causales de divorcio realmente absurdas. Una mirada ya nos puede poner en adulterio (Hoy no solo debemos hablar del hombre que mira a la mujer sino de la mujer que mira con malos ojos al hombre ajeno). 4) Una mirada o una acción mala también trae consecuencias morales. Por eso, el Señor exhorta arrancarlo para que no se convierta en ocasión de pecado. 5) No jurar ni decir mentiras (Algo también muy común).

Por eso, el camino más fácil para descubrir lo que Dios quiere de mí es hacer su voluntad expresada en los mandamientos. Vivir los mandamientos nos hará sabios y santos.

Que pasen un buen domingo en la presencia del Señor.

P. Martín

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