DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO B
Primera
lectura: Isaías 35, 4-7a; Salmo
145, 7. 8-9a. 9bc-10 (R.:1); Segunda lectura: Santiago 2, 1-5; Evangelio: Marcos
7, 31-37.
Sabemos que Jesucristo
cumple las promesas del Antiguo Testamento. En la primera lectura podemos leer
qué Isaías indica que «Dios viene en persona». No está hablando de un personaje
de fábula o de un ser inalcanzable, estamos hablando de Alguien que viene a
nosotros para instaurar una nueva época caracterizada por el bien que va a ser
a la humanidad. Como podemos leer en la primera lectura, lo que hará es sanar
lo que está enfermo, pero también, lo hará como anuncio de aquello que
realizará en plenitud, es decir, la salvación. Dios no es indiferente a todo lo
que el hombre tiene que pasar en este mundo, por ello, quiere restaurar todas
las cosas para que su reino se pueda vivir en plenitud.
Esto mismo lo vemos
realizado en las acciones de Jesús. En el Evangelio vemos que se encuentra con
un hombre que no podía hablar ni oír. A veces el pecado nos pone sordos y mudos.
Como sabemos, en la mentalidad judía el pecado no solo era consecuencia de un
mal físico sino también como un castigo por el pecado cometido. Por esa razón,
debemos dejar qué Jesús actúe en nuestras vidas, tocando nuestros oídos y
nuestra lengua para que con su poder nuestra vida sea distinta y podamos oír y
proclamar su Palabra a los demás.
Jesús indica que no dijeran
nada a nadie, es parte de lo que llamamos el secreto mesiánico, es decir qué en
un primer momento Jesús no buscaba mostrar que él era el Mesías aunque ya sus
obras lo ponían de manifiesto, es por ello que el que se benefició de la acción
de Jesús empezó a anunciar quién era Él y, también, la gente decía que todo lo
hacía bien cómo se afirma también en el relato de la creación del Génesis.
En la segunda lectura se nos
habla de procurar un trato sin distinción entre todos los cristianos. Se puede
correr el peligro de juntarnos más con aquellos que tienen más autoridad o
posibilidades, sin embargo, el apóstol Santiago nos exhorta a no discriminar a
nadie a tener un trato cordial y amable con todos, sin mirar lo que podemos
recibir de ellos. Ciertamente hay que tener respeto por las autoridades, pero
sin llegar a la discriminación de los demás. Hoy la Palabra de Dios nos impulsa
a amar al prójimo y darle el lugar que merece.
Jesús nos demuestra en el
Evangelio que Él no hace acepción de personas, al contrario, Él quiere llegar a
todos, salvarnos, enriquecernos de su misericordia y su bondad; por esa razón, Él
actúa en aquellos que confían en Él y se dejan transformar por el poder de su Palabra.
En el fondo en las lecturas
de hoy podemos sentir como Jesús quiere estar cercano a nosotros y nos quiere
ayudar para poder vivir transformados por Él.
Buen domingo en la presencia
del Señor.
P. Martín
Les dejo una reflexión anterior que también puede ayudar:
https://pmartinreflexiones.blogspot.com/2021/09/domingo-vigesimo-tercero-del-tiempo.html
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