DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO B

Primera lectura: Isaías 53, 10-11; Salmo 32, 4-5. 18-19. 20 y 22 (R.: 22); Segunda lectura: Hebreos 4, 14-16; Evangelio: Marcos 10, 35-45.



En las tres lecturas de este domingo podemos ver el infinito sacrificio de Jesucristo. Pero para entender sobre el tema, debemos partir de la doctrina de la sustitución vicaria. ¿Qué es eso? En palabras sencillas es que Cristo se puso en nuestro lugar y recibió el castigo que merecían nuestros pecados. Se puso en nuestro lugar. Dicho de otra forma: éramos nosotros lo que merecíamos estar en la cruz y, Dios en su infinita misericordia, permitió que su Hijo sufriera en nuestro lugar.

Esto lo vemos con claridad en la primera lectura. Dice el texto: «El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación». No es que el Padre quisiese eso, sino que era la forma más oportuna de reparar la ofensa que nosotros habíamos cometido. El ser humano, así ponga todo los talentos y capacidades para la reparación de los pecados, siempre será poco lo que se puede hacer ante la profunda grieta provocada por la desobediencia a la voluntad de Dios.

Para ello, como leemos en la segunda lectura, «Ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús…». Jesús lo ha dado todo, se ha dado a sí mismo y se ha dado por nosotros. Él es la ofrenda por nuestros pecados. En esta línea podemos decir que cuando vemos a Cristo crucificado, ante todo nos debe brotar la acción de gracias por ese sacrificio que ha ofrecido Cristo, que es al mismo tiempo sacerdote, altar y víctima. Jesús ha ofrecido todo, en un sentido absoluto, por amor a nosotros los hombres.

De esto fue muy consciente el Señor. Por eso, ante la pretensión de ocupar los primeros puestos de Santiago y Juan, les responde diciendo: «¿Pueden beber el cáliz que yo he de beber, o bautizarse con el bautismo con que yo me voy a bautizar?» Todo discípulo o seguidor del Maestro debe ser consciente de lo que ha hecho por nosotros y de que también estamos llamados a seguir su destino. En algún momento seremos «bautizados» con ese bautismo del que no hace mas que referir a su sacrificio en la Cruz, en algún momento beberemos el cáliz del sufrimiento y compartiremos con el Señor su sufrimiento. Como dirá san Pablo: «Completo en mi carne los sufrimientos de Cristo».

Ante este misterio, lo que nos pide el Señor es humildad. Que es otro concepto que debemos comprender bien. La palabra «humilitas» viene de la palabra «humus», es decir, tierra. Podemos ver como en la Pasión al Señor lo trituraron haciéndolo tierra, por usar una metáfora. El humilde no anda con actitudes señoriales ni de grandezas, no se crece ni se cree, el humilde se mantiene con los pies en la tierra haciendo lo que le toca hacer, así como el Señor.

¿Cómo sirvo a los demás? El Señor nos dirá también que: «El que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos». No se trata de la posición, sino de la actitud de servir. Para ello, miremos la cruz, veamos los gestos y palabras de Jesús, y pidamos que podamos vivir imitando al Maestro en esos momentos.

Buen domingo en la presencia del Señor.

P. Martín

Pd. Pongo otra reflexión anterior que puede complementar.

https://pmartinreflexiones.blogspot.com/2021/10/domingo-vigesimo-noveno-del-tiempo.html

Comentarios

  1. Gracias Dios Padre por amarnos hasta el extremo y mandar tu Hijo amado Jesús que dio su vida, gracias Padre Martín por compartir la Palabra del Señor

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