DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO B
Primera lectura: Daniel 12, 1-3; Salmo
15, 5 y 8. 9-10.11 (R.:1); Segunda lectura: Hebreos 10, 11-14. 18; Evangelio: Marcos
13, 24-32.
En
este domingo las lecturas se refieren al final de la historia. Como podemos ver,
el Señor nos advierte que podemos detectar algunas señales respecto de ese
momento trascendental de la existencia del universo y la existencia humana.
A
este respecto leemos en el Evangelio que una señal del final será la venida del
Hijo del Hombre sobre las nubes y en poder y gloria. Como profesamos en el Credo,
decimos que Cristo vendrá a la tierra por segunda vez para juzgar a los vivos y
a los muertos. Como dice en la segunda lectura Él está esperando el tiempo que
falta para poner a sus enemigos como estrado de sus pies.
Otra
señal que aparecerá es que será un tiempo difícil como no lo ha habido en las naciones
hasta ahora. Hoy en día podemos ver desastres naturales, guerras, violencia,
maltrato, sin embargo, una señal del final es que esto que experimentamos será
nada al lado de lo que acontecerá en el momento final. Esto llevará a los que
son de su pueblo a pedir la salvación.
También
en la primera lectura se indica otra señal importante que será la resurrección
universal. Dice el profeta Daniel que muchos que están dormidos despertarán,
unos para la vida eterna y otros para la vergüenza e ignominia perpetua. En ese
sentido, también en el Evangelio se indica que se enviará los ángeles y reunirá
a los elegidos de todos los extremos de la tierra y del cielo.
Y
aquí permítanme un comentario. Estamos en un mundo sometido a lo material,
sensible, comprobable; razón por la cual hemos perdido el sentido de lo
trascendente y lo espiritual. Algunos le tienen miedo a la muerte porque
piensan que es como una experiencia de aniquilación o desaparición. Sabemos que
no es verdad. La muerte no tiene la última palabra ni con ella seremos
aniquilados. La lectura nos ilumina y nos llena de consuelo aclarándonos que el
día final volveremos a la vida, como un cuerpo bajo los efectos de la resurrección,
pero nuestro cuerpo, al fin y al cabo.
Retomando
la reflexión, el Señor nos dice claramente en el Evangelio que no nos puede
precisar ni el día ni la hora de cuándo sucederán estos acontecimientos
trascendentales y existenciales. Lo cual es una clara e implícita invitación para
estar preparados y alertas para la llegada del Señor. Y esto nos tiene que
llevar a vivir en perpetua actitud de conversión para que, cuando llegue por
segunda vez y realice el juicio universal, seamos hallados y reprochables y sin
tacha.
Esto
no nos tiene que llenar de miedo, si no nos tiene que llenar de esperanza y
expectativa ante la venida del Señor que, como Rey del universo, hará todas las
cosas nuevas y se recapitularán en Él. Por eso su segunda venida no viene a
destruir sino de volver ese orden original que el pecado ha destruido y cuyas
consecuencias nos siguen perjudicando.
Nuevamente
quisiera reiterar que estas señales no son para llenarnos de miedo sino para
darnos cuenta que Dios ha derramado en Jesucristo su misericordia con los
hombres, la cual no debemos desaprovechar en absoluto, pues en ella está
nuestra salvación. Como dice la segunda lectura, con la ofrenda de Cristo hemos
sido perfeccionados y santificados.
No olvidemos a los pobres en este día de la jornada mundial de los pobres.
Buen domingo en la presencia del Señor.
P.
Martín
Pd. Comparto una reflexión anterior que puede complementar.
https://pmartinreflexiones.blogspot.com/2021/11/domingo-trigesimo-tercero-del-tiempo.html
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