DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C
Primera lectura: Jeremías 38, 4-6. 8-10; Salmo 39, 2. 3. 4. 18 (R.: 14b); Segunda lectura: Hebreos 12, 1-4; Evangelio: Lucas 12, 49-53.
Jesús no vino a darnos tranquilidad, sino verdad. Y la verdad, cuando es de Dios, nunca deja todo como estaba.
Hoy, el Evangelio estalla como una bomba en nuestra espiritualidad tibia: «He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!» «¿Piensan que he venido a traer paz? No, sino división.»
¿Y qué hacemos con esto? ¿Cómo se predica un Jesús que dice eso? Porque no es el «Jesús buena onda», ni el «Jesús paz y amor». Es el Jesús que incomoda. El que prende fuego. El que corta. El que hiere, para sanar.
El fuego del que habla Jesús no es destrucción, sino ruptura. El fuego que trae es ese momento donde la verdad se impone como un rayo en la noche. Un fuego que quema máscaras, fachadas, religiosidades cómodas. Ese fuego que nos hace decir: «ya no puedo seguir viviendo así». Jesús no quiere gente «tranquila», quiere gente que arda. Porque el Reino no crece entre templos fríos y corazones acomodados. El Reino llega cuando la vida se nos prende fuego por dentro y ya no nos apoyamos seguir en piloto automático. «He venido a prender fuego…» Es decir: «he venido a despertarte». «He venido a reventar lo que te anestesia». «He venido a mostrarte que hay cosas que ya no pueden seguir igual».
La primera lectura nos trae a Jeremías, que termina en un pozo por decir la verdad. Un pozo lleno de lodo, oscuro, donde lo bajan con sogas como si fuera basura. ¿Por qué? Porque cuando hablas con libertad, incomodas. Porque cuando dices lo que Dios quiere, te tiran por lo que la gente no quiere escuchar. El profeta es una figura que no encaja. Jeremías no encajó en el sistema religioso ni en el político. Lo que decía no era «prudente», no era «estratégico». Pero era verdadero. Y ¿quién lo rescata? Un extranjero, un eunuco, un marginal: Ebed-Mélej. Otra vez, Dios usa lo que el mundo descarta para salvar a su profeta. Una voz que no cuenta, una vida que nadie mira, es el instrumento de Dios para levantar al que está en el fondo del pozo.
Ojo: los poetas del Reino no se tiran al pozo solos. El Reino necesita profetas, pero también compañeros de soga que los levanten cuando el barro les llega al cuello.
La carta a los Hebreos nos dice que la vida de fe es una carrera, y que hay que correrla con los ojos puestos en Jesús. Pero no se trata de correr por correr. Es una carrera donde nos sacamos peso de encima: el pecado, el miedo, el ego.
Pero hay una palabra clave: «Resistan todavía, hasta la sangre, en la lucha contra el pecado». No dice: “Resistan un poco”, ni “resistan hasta que se cansen”. Dice: hasta la sangre. Es decir, hasta que te duela. Hasta que te cueste. Esa es la fe adulta: no la que busca consuelo, sino la que está dispuesta a perder para no perderse a sí misma.
Jesús no dice que vino a traer peleas. Lo que dice es más hondo: que su presencia divide. ¿Por qué? Porque cuando entra el Reino, no todo puede seguir igual. Porque hay elecciones que te definen. Y esas elecciones muchas veces te distancian incluso de tu propia familia, de tu círculo, de tus costumbres. «El padre contra el hijo, la madre contra la hija…» Es fuerte. Pero no es violencia gratuita. Es una advertencia espiritual: El fuego del Reino pasa por el corazón, y lo parte en dos: lo que soy… y lo que estoy llamado a ser. Y esa herida arde. Pero también salva.
Este domingo no se trata de sentirnos cómodos. Se trata de preguntarnos con sinceridad: ¿Qué tiene que prenderse fuego en mí? ¿Qué palabras estoy callando por miedo a caer mal? ¿A qué pozo me han tirado por ser fiel a Dios? ¿A quién estoy llamado a sacar del barro con una cuerda de humanidad? ¿Estoy corriendo esta carrera por inercia o con los ojos puestos en Jesús?
Dejemos que el Evangelio nos queme lo que ya no da vida. Dejemos que el fuego de Jesús rompa nuestras estructuras cómodas. No tengamos miedo de la división que trae la verdad. Porque esa división no destruye, sana. Porque ese fuego no mata, resucita. Y si hace falta que todo se prenda fuego para que brote el Reino…Entonces que arda.
P.d. Dejo una reflexión anterior que puede complementar.
https://pmartinreflexiones.blogspot.com/2022/08/domingo-xx-del-tiempo-ordinario-ciclo-c.html?m=1

Comentarios
Publicar un comentario