DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C

Primera lectura: 2 Reyes 5, 14-17; Sal 97; Segunda lectura: 2 Timoteo 2, 8-13; Evangelio: Lucas 17, 11-19.


En la oración colecta de este domingo pedimos algo que encierra toda una pedagogía espiritual: que la gracia de Dios nos preceda, nos acompañe y nos sostenga continuamente en las buenas obras. Es decir, que la gracia esté antes, durante y siempre en nuestra vida. Cuando la gracia va delante, el corazón se dispone al bien; cuando nos acompaña, fortalece nuestras decisiones; cuando nos sostiene, nos mantiene fieles hasta el final. Por eso, quien camina con Dios no puede dejar de hacer el bien: ir con Dios es obrar bien.

En la primera lectura, Naaman, un hombre extranjero, poderoso y enfermo de lepra, recibe del profeta Eliseo una orden sorprendente: «Ve y lávate siete veces en el Jordán». Nada extraordinario, ningún rito solemne, solo un gesto sencillo y cotidiano. Al principio Naaman se resiste: esperaba algo más espectacular. Pero cuando obedece, la fe se hace acción, y la acción, milagro.

Es bueno recordar que en la mentalidad del Antiguo Testamento, la lepra (ṣāraʿat) no designaba solo la enfermedad que hoy conocemos, sino toda impureza visible —en la piel, en las vestiduras o incluso en las paredes— que apartaba al hombre del culto y de la comunidad. El leproso vivía separado, privado de la relación con Dios y con los hermanos. Por eso, cuando Naaman es purificado, no solo sana su cuerpo, recupera la comunión. El agua del Jordán lo devuelve a la vida.

En ese gesto humilde de lavarse, está la pedagogía divina: Dios actúa en lo sencillo. Y esa misma lógica la encontramos en los sacramentos, particularmente en el de la confesión. ¿Cuán simple parece este sacramento? Solo basta acercarse, abrir el corazón, reconocer con humildad los pecados, escuchar unas palabras humanas… y sin embargo, en ese momento ocurre algo inmenso: la gracia limpia, sana, restaura la comunión. Como Naaman, el alma se «baña» en la misericordia y sale nueva, libre y pura. El Señor, que podría obrar con gestos grandiosos, prefiere sanar en lo pequeño: un signo, una palabra, un gesto de fe.

En el Evangelio, diez leprosos gritan desde lejos: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». Se dirigen a Él como a Dios, porque reconocen su poder de salvar. Jesús tampoco hace nada espectacular: no los toca, no pronuncia fórmulas solemnes. Solo les dice: «Vayan a presentarse a los sacerdotes». Y mientras iban de camino, quedaron limpios. El milagro sucede en el camino, en la obediencia de la fe. Pero el centro del relato está en uno solo, el que regresa: un samaritano, un extranjero. Él vuelve alabando a Dios, se postra rostro en tierra, y da gracias. Son tres gestos profundamente litúrgicos y espirituales: alabar, postrarse y agradecer. Jesús le dice: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado». Los demás fueron curados; este fue salvado, porque su fe lo llevó a la gratitud y al encuentro personal con Cristo.

En la segunda lectura, san Pablo confiesa: «Lo aguanto todo por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación y la gloria eterna en Cristo Jesús». Pablo vive lo que proclama: la gracia lo precede, lo acompaña y lo sostiene aun en la prisión. Su fortaleza nace de la certeza de que «si morimos con Él, viviremos con Él». Esa misma fidelidad es la que hoy se nos pide: perseverar en el bien, incluso en medio de la dificultad.

La Palabra de hoy nos muestra que la salvación se juega en lo sencillo: en un baño en el Jordán, en una palabra obedecida, en un gesto de gratitud, en una confesión humilde. La gracia de Dios obra allí donde hay corazón dócil. Pidamos entonces que esa gracia nos preceda, nos acompañe y nos sostenga siempre, para que, purificados por la misericordia del Señor, caminemos haciendo el bien y vivamos con un corazón agradecido, alabando a Dios y sirviendo con alegría.

Tengan un buen domingo en la presencia del Señor

P. Martín

Pd. Les dejo una reflexión anterior que puede complementar 

https://pmartinreflexiones.blogspot.com/2022/10/domingo-xxviii-del-tiempo-ordinario.html?m=1

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