QUINTO DOMINGO DE PASCUA - CICLO C
Primera lectura: Hechos de los apóstoles 14, 21b-27; Salmo 144, 8-9. 10-11. 12-13ab (R.: cf. 1); Segunda lectura: Apocalipsis 21, 1-5a; Evangelio: Juan 13, 31-33a. 34-35.
Las lecturas de este domingo son realmente esperanzadoras.
En la primera lectura, escuchamos las palabras de aliento de Pablo y Bernabé. Nos recordarán que hay que perseverar en las muchas tribulaciones que pasaremos para entrar en el reino de Dios. Quisiera resaltar la honestidad de ambos al decirnos de que La vida cristiana no está exenta de sacrificios y sufrimientos. Esto lo tenemos que recordar muchas veces. Algunos han querido cuestionar que el cristianismo es como una especie de narcótico que nos saca de lo real y nos pone en un mundo de fantasía. Con lo que nos dicen Pablo y Bernabé nos damos cuenta que no es así. La vida cristiana entendida como un camino para el cielo nos pondrá prueba en diferentes circunstancias para llegar a la meta final.
En ese sentido, la segunda lectura también nos indica que en la Jerusalén del cielo Ya no habrá sufrimientos ni muerte ni llanto ni dolor. Todo eso desaparecerá. Por ello, vale la pena sacrificarnos en este mundo sabiendo que el premio será mucho mayor de lo que nosotros pensamos. Pero para poder obtener ese premio También tenemos que poner de nuestra parte. No es que Dios nos va a dar el premio automáticamente. Tenemos que pasar por pruebas sacrificios y renuncias para poderlo conseguir.
Y también, debemos reconocer que la realidad que vale la pena es la que está por venir. Este mundo es pasajero y está marcado por el pecado, el cual impide captar en su totalidad lo profundo de cada criatura. En cambio, en el cielo todo está lleno de Dios y nuestro espíritu se saciará de esa sola presencia. Y al estar llenos del Espíritu de Dios nuestro espíritu habrá encontrado lo que realmente buscaba. Los seres humanos nos afanamos en satisfacer necesidades inmediatas, sin embargo, el ser humano lo que busca es su felicidad eterna y ellos solo se consigue de la mano de Dios.
En el Evangelio escuchamos del Señor un mandato: ámense. ¿No sé es fácil amar? Es una pregunta no tan fácil de responder, porque al igual que la vida cristiana, el amor está sujeto a muchas pruebas y tribulaciones. Lamentablemente, en el mundo que nos toca vivir, se ha caricaturizado el amor. Se ha reducido a cuestiones tan mínimas que no dejan ver su total riqueza.
Pero el amor del que habla el Señor no es un amor cualquiera: hay que amar como Él ama. Entonces, ese mandato de amar también necesita la gracia de Dios para poderlo cumplir. Entonces estamos hablando de un amor más profundo: Caritas. Amar como Dios ama. Y para llegar a ese modo de amor necesitamos que Dios nos dé su gracia para amar como él ama.
Este amor divino es para amarnos los unos a los otros. En oportunidades podemos dejarnos llevar por la superficialidad de los sentimientos, pero aquel que ama como Jesús ama sin límites y sin condiciones. Ciertamente, esto no se improvisa, necesitamos de su gracia.
Cada cierto tiempo el Señor nos quiere hablar del amor. Dejemos que su gracia nos conceda el saber amar como Él ama.
Vámonos preparando para la venida del Espíritu Santo.
Ten un buen domingo en la presencia del Señor.
P. Martín
Gracias 😊.. siempre es un placer leer sus reflexiones
ResponderEliminar