DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C

Primera lectura: Jeremías 17, 5 - 8; Salmo 1, 1 -2. 3 - 4. 6; Segunda lectura: 1 Corintios 15, 12. 16 - 20; Evangelio: Lucas 6, 17. 20 - 26.


Hay momentos en la vida que necesitamos tener un soporte para afrontar determinadas situaciones difíciles de llevar. Por ejemplo, la situación económica, se necesita de un buen empleo para obtener una vida digna; la situación política, muchos ponen sus expectativas en líderes que prometen soluciones ante la adversidad que toca pasar a determinado lugar o país; las cuestiones emocionales, muchos confían en su terapeuta, psicólogo o psiquiatra. Y así vamos buscando alguien que nos ofrezca cierta seguridad. Lamentablemente no siempre a quien le ofrecemos esa confianza está a la altura de ella y a veces nos sentimos traicionados, decepcionados o desilusionados, porque habiendo confiado en alguien no supo ser recíproco con la confianza.

Sobre esto nos habla la Primera lectura. Cuando confiamos en otro hombre y no corresponde a esa confianza lamentablemente la experiencia se convierte en una maldición. Seguramente que en la vida hemos pasado por momentos así. Solamente debemos confiar en el Señor. En Él debemos poner nuestra confianza, en Él está nuestra seguridad.

Con legítimo derecho alguno dirá que necesita tener una seguridad humana, sin embargo, la palabra nos enseña que no siempre seremos correspondidos según la confianza depositada.

En la Segunda lectura, nos dice el apóstol San Pablo, que si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida seremos los más desgraciados. San Pablo nos invita a trascender en la esperanza. El ser humano se queda corto en sus expectativas y nos quedamos en las cosas de este mundo, pero el apóstol nos invita a ir más allá, a ser muy conscientes de que todo lo creado siempre será limitado y tenemos que abrir nuestro horizonte desde la fe en Cristo.

Y el Evangelio de este Domingo no es más que un retrato del mismísimo Jesús. Lo primero que nos dice es que no nos desanimemos ante la adversidad. El listado de bienaventuranzas siempre comienza con algo triste, pero la segunda parte nos invita a la esperanza. Ante una situación dolorosa la recompensa desborda la expectativa de lo que podemos esperar.

Cuando habla de los pobres y el reino, nos recuerda que las cosas de este mundo son fugaces y pasajeras, no nos vamos a quedar con nada de lo que pasa por nuestras manos ni lo llevaremos el día de nuestro funeral. Que mejor que ofrecernos el reino de los cielos donde tendremos todo en Dios. Cuando nos habla del odio, de la exclusión y el insulto a causa de Él, que importante es mirar la vida de tantos mártires que han derramado su sangre por dar testimonio de Cristo. Vivimos en una sociedad que ya no cree, en donde se piensa que lo religioso es una especie de anestesia para determinas situaciones de la vida. No debemos dar por excluida la persecución, el maltrato e incluso el derramamiento en nuestra propia sangre. Ese día nuestra recompensa será grande.

Pero también están los ayes. Quien busca contentarse con las cosas de este mundo o pone su confianza en ellas olvidándose de Dios, lamentablemente, no tiene la motivación para aspirar a las cosas celestiales, a las cosas de Dios. El Señor nos anima a hacer las cosas con una mirada que no se reduce a lo poco que podemos conocer en este mundo, que no siempre nos ofrece aquello que nos alcanza la santidad, más bien tenemos que pedir una mirada de fe y de esperanza para poder aspirar con humildad aquella recompensa que nos quiere dar Dios luego de pasar por este mundo de sufrimiento y dolor.

Estamos en el Jubileo de la esperanza, a la luz es la palabra que hemos escuchado en este domingo, que seamos portadores de esperanza para los demás.

Buen domingo en la presencia del Señor.

P. Martín

Pd. Ofrezco una reflexión anterior que puede complementar.

https://pmartinreflexiones.blogspot.com/2022/02/sexto-domingo-del-tiempo-ordinario.html


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